Llega la Semana Santa y las consabidas Pascuas. El Gobierno español soñando con ellas desde Marzo, o quizás antes, esperando que la ocupación hotelera y sus consecuencias arroje datos esperanzadores con los que engañarse e intentarnos engañar a través de las consabidas comparaciones del mes en curso con el correspondiente del año anterior. Es como si un niño que suspendiera en Junio 6 asignaturas y le dijera a su padre: “Papá, el año pasado por estas fechas me cayeron 7, o sea que vamos bien”.
Llegan estas fechas también soñadas por otros muchos y La Cañada se llena de gente que tras el verano espera con ansia las vacaciones de Pascua para volver a encontrarse con pandillas y amigos, olvidarse de los “sueños” del gobierno,- del actual y del que venga-, y comerse la “mona” camino de la Presa o quedarse a jugar al parchís junto al “Pascual” de toda la vida.
Otros aprovecharán para podar el jardín, para limpiar el chalet y prepararlo para el buen tiempo. Mientras que otros en Madrid harán recuento diario de los apuntados al paro y los salvados por el turismo Semanasantero y Pascuero para ver si al final pueden sacar un aprobado “alto”. Ficticio, pero “alto”.
Van ser una de las pocas semanas en las que la población esté, entre comillas, de vacaciones y el Gobierno no pare de currar.