Esta última semana ha sido movidita, rara y de alucine. Ya no sabe uno en qué centrar esta columna. Viendo como un Ministerio, el de igualdad, se desayuna con el sexismo en los cuentos de Blancanieves, la Bella durmiente y Cenicienta ( el lobo de Caperucita está acojonado, por cierto),
escuchando cómo se desacredita a la Policía española a la que se le acusa de fabricar pruebas, cómo se intenta desautorizar al Poder judicial con calificativos propios de un estado corrupto porque simplemente“se ha atrevido”, comprobando cómo los sindicatos mayoritarios de este país, -por otro lado-, se manifiestan a favor de un Juez (se llame como se llame éste) y no lo hacen defendiendo políticas a favor de los 4 millones y medio de parados, viendo cómo aquí se aprovecha la mínima para distraer la atención para tergiversar lo que haya que tergiversar y crear de paso cortinas de humo que nos cieguen la realidad, y viendo cómo mucho dinero del contribuyente pasa presuntamente ( no hay que olvidar esta palabra) a manos privadas, es imposible que el abajo firmante no acabe mareado.
Que no sepa por dónde empezar y que, perdonen ustedes, por no llorar le dé la risa y exclame; ¡Dios, qué País!