Entre puntales, maderas en el suelo y con el miedo en el cuerpo. Así vive una docena de familias en una finca de unos 50 años que con toda probabilidad sufre aluminosis y se encuentra en la calle Apeadero, junto a la estación del barrio de Campamento.
Todos los pisos de la finca están apuntalados y los vecinos entran a sus viviendas como pueden, sorteando los obstáculos que conviven con ellos desde que se detectó en la finca el problema. La cocina, el baño, las habitaciones, el pasillo y todas las dependencias de las casas están apuntaladas para evitar riesgo de derrumbe del edificio.
Fuentes municipales y el arquitecto han señalado que con estas medidas no hay peligro de derrumbre, pero con la vivienda en estas condiciones los vecinos no pueden vivir tranquilos. “No duermo en toda la noche. Me paso dos horas dando vueltas en la cama y luego me voy al comedor y no puedo dejar de pensar que se me va a caer la casa encima”, explica Fernanada.
La casa de Fernanda y Domingo es un ejemplo de lo que se vive en el resto de viviendas. Andar por allí es como una carrera de obstáculos y, nada más entrar por la puerta Fernanda advierte que tengamos cuidado con la madera que hay en el suelo, que se repite cada pocos metros a lo largo de su casa.
“A veces me tropiezo y voy a trompazos para hacer la comida, ir al baño o asearnos. Mis nietos ya no vienen ni a comer a mediodía porque tenemos miedo”, relata Fernanda.
PROBLEMAS DE MOVILIDAD
Los residentes de esta finca son en su mayoría jubilados y algunos de ellos tienen una movilidad reducida, por lo que les resulta muy complicado andar entre tablones y barrotes. De hecho, una vecina ha abandonado la vivienda, que tenía recién reformada, fruto de estas dificultades.
“Oyes un ruido y ya te crees que se te va a caer la casa encima”, explica otra vecina del bloque, que cuenta que tienen que trasladar todas las noches los colchones al comedor porque no tienen sitio por los barrotes en otro lugar.
Aunque queda hacer unas catas para concretar al 100% que se trata de aluminosis, todo apunta a que el problema del edificio es ese. Al realizar una reforma en el último piso, se detectó que algunas vigas se encontraban en muy malas condiciones.
Desde este momento se tardó unos meses en apuntalar las viviendas, ya que se tenían que hacer los trabajos en todos los pisos y no se localizaba a uno de los propietarios.
400.000 EUROS
De momento siguen las pruebas de carga en la finca para ver si hay una solución posible para arreglar los problemas, pero el inconveniente “son las perras” como indica Domingo. “El problema es la economía y esto vale mucho dinero”, añade. En total, una primera valoración estima que el arreglo podría costar 400.000 euros y por eso, los vecinos piden ayudas a la administración, como se ha hecho en otras fincas vecinas que han tenido problemas similares, aunque se les han complicado las cosas.
Al haber recibido en 2010 una ayuda para instalar el ascensor, según la normativa tiene que pasar un plazo de 10 años para volver a optar a las ayudas. Aún así, fuentes municipales señalan que se está en contacto con la Conselleria para ver si se pudiera hacer una excepción. Hace unos días la concejala de Urbanismo, María Villajos, se reunió con el director general de vivienda, Vicente Dómine, para hablar de temas de interés del municipio, entre ellos sobre la situación de la finca de la calle Apeadero. Según le comunicó el representante autonómico en breve va a entrar en vigor una nueva orden de ayudas que podrán solicitar, por lo que el ayuntamiento pondrá a disposición de los vecinos el asesoramiento técnico necesario.
Entre los antecedentes de problemas estructurales en edificios de Paterna se encuentran una finca muy cercana, en el pasaje Marroca, otra en la calle Circunvalación, y otra en el barrio de Alborgí donde se derribó la finca han sufrido en los últimos años problemas de aluminosis y SUMPA colaboró en la rehabilitación de las viviendas.